Ciudad de México, a 26 de abril de 2022
TRANCRIPCIÓN DE LA INTERVENCIÓN DE LA DIPUTADA KAREN MICHEL GONZÁLEZ MÁRQUEZ, PARA FIJAR LA POSTURA DE SU GRUPO PARLAMENTARIO EN EL DICTAMEN QUE ADICIONA UN SEGUNDO Y TERCER PÁRRAFOS AL ARTÍCULO 45 DE LA LEY GENERAL DE LOS DERECHOS DE NIÑAS, NIÑOS Y ADOLESCENTES.
DIPUTADA KAREN MICHEL GONZÁLEZ MÁRQUEZ (KMGM): Con su venia, diputada presidenta.
Hoy puede ser un gran día, porque con nuestro voto, podemos ponerle un alto al matrimonio infantil en nuestro país.
Esta es la razón por el que haga uso de la voz, para pronunciarme a favor del dictamen de la Comisión de Derechos de la Niñez y Adolescencia, por el que se adiciona un segundo y tercer párrafos al artículo 45 de la Ley General de Derechos de Niñas, Niños y Adolescentes.
Y, sobre todo, me congratula saber que, en este tema, el de proteger los derechos de las niñas y de los niños mexicanos, tenemos profundas coincidencias todos los grupos parlamentarios y esa es una muy buena noticia para México.
Como sabemos, en nuestro país estamos viviendo una situación muy lamentable y que es necesario terminar. Al amparo de usos y costumbres, a quién tienen derecho los pueblos y comunidades indígenas, en algunos estados de la República, es desafortunada una práctica común que las niñas sean intercambiadas de manera forzada por algún bien material.
Expresiones como: “te doy a mi niña por dos vacas”, “por una parcela puedes casarte con mi hija” o la directa: “si quieres llevarte la niña son 50 mil pesos, son palabras que no deberían pronunciarse nunca más si nos decimos un país de derechos y de libertades.
Y en defensa de esta práctica se dice que en esta comunidad toda la vida se ha hecho así, por lo que el acto se repite sin consecuencia legal alguna.
Sólo habría que ponerse en los zapatos de una de estas pequeñitas. Pequeñitas como Esther, en la zona montañosa de Guerrero, que a los 14 años de edad su vida cambió para siempre al ser vendida por sus padres a un vecino de su comunidad. Esther, primero, sufrió el dolor profundo de ser vendida por su familia, por las personas que en teoría deberían ser quienes la protegieran y quienes la amarían, pero de pronto una parte de ella muere al darse cuenta, al descubrir que no era considerada parte de la familia, sino como una mercancía. Posterior a ello, del despojo de su mundo, de la separación de los seres con los que había convivido toda su vida desde su nacimiento, se enfrentó a su comprador, el que sería su nuevo esposo, un adulto de 38 años, que su único logro fue contar con una cantidad de dinero y algunos animales para contar con el permiso de su de sus padres para desposarla. Ahí, en su nuevo hogar vive el calvario de ser sometida a abusos, abusos de todo tipo, abuso sexual, doméstico, de género y ella sólo se preguntaba qué fue lo que hizo mal para estar en este calvario. Esther, entonces fue forzada atender a los suegros y a toda la familia de su esposo, para después realizar trabajo de campo, con extenuantes jornadas laborales. Y así, su vida transcurrió entre obedecer y trabajar, para luego ser víctima de embarazo no deseado, convirtiéndose en madre y viendo cómo su infancia y su juventud le fue robada. Su sueño de niña era haber estudiado y convertirse en profesora; sin embargo, los usos y costumbres de su comunidad la llevaron por un camino que ella no decidió.
Compañeras y compañeros, estamos hablando y hay que decirlo con todas sus letras, ante un acto de esclavitud, de casos que no deberían de repetirse nunca más, pero pareciera que historias como la de Esther son casos aislados, pues sólo basta irnos a las cifras para comprobar que no es así.
Durante el 2020, el Inegi registró 28 mil matrimonios en los que la mujer tenía menos de 19 años y que 6 de cada 1000 niñas de 12 a 14 años se han unido o casado, lo que implica un incremento en el matrimonio infantil durante 2020 respecto de 2010.
Diputadas y diputados, a unos días de celebrar el 30 de abril, el Día del Niño y de la Niña, más que un regalo, brindemos un legado, un legado que proteja la niñez mexicana.
No hay tiempo que perder, cada día que se retrase esta iniciativa, que evita los matrimonios infantiles, es un día en que una pequeña o un pequeño puede perder su libertad, es un día más que una niña mexicana puede truncar su futuro. Y estoy segura que nadie en esta Cámara desea eso.
Pongamos fin a los matrimonios infantiles en México, para que los niños y, por padecer un riesgo mucho mayor aquí en México, sobre todo, nuestras niñas mexicanas, puedan vivir en un país donde sean dueñas de su propio destino.
Es cuanto, diputada presidenta.
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